Quién no tuvo una máquina mecánica, aunque no como ésta, si una fiel Olivetti ochentera o algo parecido. Frágil, compacta, verde... O una Remington cincuentona, fuerte, enorme y negra, como la que me sacó de apuros en tiempos de secundaria. Y en mis ratos libres (antes de decidirme hacer la tarea) para mis sueños de escritora.
Ojalá no pase más tiempo antes de ir a casa de mi papá por ella, pues deseo volver a golpear su teclado con esa 'A' que me hacía padecer cuando se iba al fondo de la gran maquinaria. Veinte kilos de buenos recuerdos.
jueves, 15 de marzo de 2007
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