viernes, 19 de junio de 2009

"Come on, everybody: San Francisco...!"

San Francisco es de esas muvis de las que esperas la emoción sin importar la trama, por lo que te contaron de ella. Tiene años, DÉCADAS, que la vi. Fue en el canal Once con mi papá. "Se trata de un temblor que pasó hace mucho tiempo en Estados Unidos", me dijo.

A minutos de haber comenzado la función, yo ya quería ver la hecatombe, al tiempo que apenas atendía los subtítulos. Y mientras corría la cinta con una historia de amor, canciones y un 'duelo' extraordinario de estrellas (ahora lo sé) entre Spencer Tracy y Clark Gable (de quien dijo Vivien Leigh, le olía feito la boca), mejor me fui a ayudarle a mi mamá en la cocina y me hacía güey en lo que llegaban las escenas recreando el gran terremoto de 1906 de 8 grados Richter en la ciudad californiana.

Sí, recuerdo abismos monstruosos en las calles que se abrían, el gas libre y cables chicoteando incendiando la ciudad, y edificios y monumentos abatiéndose, mientras la gente gritaba intentando salvar el pellejo.
Hoy sí me intereso en la historia: una modesta mujer pierde todo al incendiarse el hotel donde se hospedaba y así, para recuperarse, debe trabajar como cantante en un bar, propiedad de Blackie Norton (Gable). Pero un empresario la invita a su teatro. Cuando Norton (que es un cabroncito y explotador) se entera que la artista (que fue su ex) y su descubridor están comprometidos, arma gran borlote y les hace la vida de cuadritos. Y un sacerdote (tenía que ser Spencer), amigo de Blackie, trata de ayudar en... ambos conflictos: el amoroso y el devastador.
Mucha ópera (tuve que bajarle un poquito el volumen porque esta mujer es algo escandalosita), buen drama, fluidez narrativa y excelente montaje (entre otros notables aciertos, en el apocalipsis urbano se 'utilizó' el Golden Gate que se encontraba en construcción), éste fue uno de los filmes precursores del cine de desastre, dirigido por W. S. Van Dyke en 1936, quien hizo la primera adaptación de Tarzán (Tarzán de los monos) en 1932. Sin duda, ya tenía idea de cómo implementar espectacularidad natural en la pantalla de plata. Y pa'rematar, la última canción con un "Gloria, gloria, aleluya", emanado de la población, mientras Van Dyke nos muestra una ciudad consumida transformándose en la urbe reedificada.
Bueno, pues mientras escribo y echo vistazos al televisor, "corre la cinta", la multitud canta "San Francisco" con gran orgullo en el bar de Blackie, sin saber la tragedia que les espera... y sé que la emoción no ha de tardar.


Bien por TCM para nosotros los desvelados.

NOTA MUY, PERO MUY CURIOSA: Una de las obras que se escuchan en esta cinta es nada más ni nada menos que la ejecutada por la excelsa, espigada y canadiense Vitola y el gran Tin Tan en El rey del barrio. Miren na'más de lo que viene una a enterarse.

Chingaos, en verdad venero el cine clásico.

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