lunes, 22 de septiembre de 2008

Devoción

Me amo toda yo (con las respectivas reservas, claro, luego no vayan a decir que como Mr. Allen en Stardust Memories, que "en la mitología griega no sería Narciso, sino Zeus"), pero hay algo que aprecio demasiado, después de esperar muchos años para 'adorarme' de esta manera.

No hay nada más placentero que poder portar la prenda que más nos gusta todos los días y demostrarle adoración a tal grado, que hasta arropa, abraza. Aunque nunca le había escuchado... Esa persona, a quien quiero mucho, me enseñó cómo hacerlo.
Por eso, una noche apacible la semana anterior inicié el deleitable ritual con un baño cálido y sustancias varias, ah doc para el tan importante suceso, y lavé, masajeé, acicalé y, después, frente al espejo, con tijeras en mano suspiré profundo, profundo, cerré los ojos bien fuerte y... ¡clac!, corté sin más propósito que el de volver a ver esa sonrisa que arquea sus ojos con especial fascinación, y que me desarma completita, cuando le diera el humilde presente.
Amo mi cabello, aún cuando cortito, pero ahora, porque creo saber que ese maravilloso ser le tiene una infinita devoción, me volví a enamorar de él. Y cuando lo consiento, imaginó que consiento a alguien más.
No podría estar en mejores manos. Si pudiera, día tras día cortaría un mechoncito y se lo daría, porque... no podría estar en mejores manos, tan buenas, tan honestas, esas que hacen actos angélicos sin fines de lucro, a todas horas, hasta por un 'teclado móvil', mientras me sacude el corazón.

Perdón, pero, ¿dije 'mi' cabello?

1 comentario:

corola dijo...

A veces hay que abandonar una parte de nosotros mismos para seguir creciendo. Algo así como la poda de los árboles.
Dejar atrás algo nuestro nos permite esa ligereza que necesitamos para seguir avanzando.
Te comprendo, besos.