lunes, 6 de julio de 2009

Del acto supremo

Sin duda, lo que sabemos sobre sexo no es precisamente en talleres lúdicos tipo Las claves del placer con Alessandra Rampolla y en múltiples programas que han abierto las piernas de la televisión actual. Aunque no descartamos espacios como los que vemos en la pantalla, 'instructivos' o escritos eróticos, lo que podemos conocer del acto supremo es de la divina práctica a través del tiempo con un(a) lind@ receptor(a) o sin el(la), con responsabilidad o sin ella (de los errores también aprendemos) y del provecho que saquemos de las pláticas picantes y evocadoras con l@s amig@s. Pero cuando hay sentimiento, ay, canijo, a güevo que se aprende mucho más.
Una vez, 'alguien' me preguntó dónde y cómo había aprendido algunas cosas, las cuales surtieron ciertos efectos durante una hermosa noche de pacharán y sobre duela cálida, mientras la Niña de fuego entonaba "La niebla" y otras melodías con especial entusiasmo. Y no es que yo sea la deidad follante ni mucho más, pero si la cuestión salió de unos labios jadeantes a ojos cerrados, igualmente fue honesta mi contestación... Pocas y muy afortunadas han sido mis maneras de amar. Calidad, no cantidad.
¿Qué más se necesita para comerse a besos y caricias a un hermoso receptor al paso de los años en el acto supremo?

Para verme mejor cierra los ojos.
Para encontrarme, mejor perderme.
Para tenerme cerca suelta la cuerda,
que yo estoy aquí como está la niebla...

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