Dispuesta a terminar las páginas pendientes y comenzar el lunes limpia de polvo y paja (sí, esa que hay que quitar o poner según sea el caso en los artículos de mis h. colaboradores en cada edición), esta tarde de viernes no pude más que hacer caso al consejo de mi querido Benji, pues dejé la editorial desistiendo de dicho objetivo: "¿Qué haces aquí?, mejor vete y trabaja en tu casa"... "Oh, pues ¿quién los entiende? Que 'mejor trabaja en la oficina y ya tienes tu fin de semana libre'... ¡Y ahora me dices que me largue para trabajar el fin de semana!". Se lo agradezco. Salí temprano.
Tras la breve charla, agarré mis cosas y, sin rumbo, me fui... Con un USB repleto de páginas para, sí, laborar en mi casa. Ese Benji es tan sabio, pues tuve más tiempo parar disfrutar de mi fabuloso kit y en piyama (sí, la matapasiones).
Después de un aparatoso choque camión-microbús (en el que yo viajaba), caminé por la gran fuente del WTC y eché un vistazo a la cartelera que era una mierda; di la vuelta y fui directo a saciar el hambre, topándome con portentoso bufet de comida china y cerveza bien fría. Lectura, último trago, salida a hora pico y entrada a un atiborrado metrobús hasta el metro Revolución. Y, de ahí, el recorrido diario hasta llegar a la tienda de abarrotes. Mientras hacía la compra de un jugo de naranja (no había de piña), recibí una llamada, "mejor yo te marco, na'más llego a mi casa". Arribé a mi depto, y desesperada por fumar, "se me olvidó comprar el encendedor", entonces me acerqué al calentador y prendí el tabaco. Marcación inmediata.
Preguntas de cómo va la vida, la chamba, las nenas, "ya va a cumplir 15 años"... "¡15 ya!"... "Y está insoportable"... "Y más bonita"... "Y más inteligente, Mariana también, aunque está más chiquita"... "Las mujeres son el futuro del mundo, la salvación del mundo"... "A güevo"... "Y tú, ¿cómo estás?"...
Qué bien se siente hablar con my dear Moxo, descargar tensión acumulada después de mucho tiempo sin escuchar su voz... Es como el cigarro que logro prender cuando no tengo encendedor, como apaciguar esas ansias que anteceden a la fumada que creiste imposible.
Oh, Dios, qué haría sin mis amigos.