Después de los Beatles y Cepillín, pero antes de mi príncipe de Newcastle, Queen es de mis favoritos. Un montón de canciones apiladas en la consola vieja en la casa de mis padres, y el dueño de tanta parafernalia sonora era ni más ni menos que mi Gordis. Luego de la euforia beatlemaniaca (y mucho después de la del 'Payasito de la tele') traté de consumir lo más posible de estos genios británicos, mientras el guitarra me hacía ojitos. Cómo idolatré a ese cabrón de Brian May, hasta lloraba por él (sépase que antes me volvían loca los flaquitos... Ah, cómo me ha cambiado el tiempo). Ahora, su etérea figura decora mi cuarto (no podría estar en otro lugar).
Pero hoy no es un día sólo para recordar a mi enclenque inglés, sino también –y sobre todo– a Mr. Bad Guy, quien hace 17 otoños se esfumó de la faz terrenal. "Who wants to live forever when the love must die", remató en su epitafio... Gulp!
Qué razón tenías, my dear Farrokh, qué razón tenías.