Creo que es prematuro que hable del 2008 como si sólo faltara una semana para acabar. Pero ha sido tan excesivo, que el deseo de que llegue la paz se vuelve insoportable. Como esas obsesiones que me atormentaron los días anteriores. ¡Y que éstas no vuelvan!
Si bien desde el 2007 (comenzando por ahí del mes de julio) fue el inicio de los sube y baja en verdad insufribles, el 08 ¡fue dantesco!
Pero quién no está a salvo de la rutina opresora con tintes de sorpresa y momentos aniquilantes. Si no fuera por esos lapsos de excesivo trabajo y este bendito blog, ya hubiera tomado decisiones que no habrían sido muy lucrativas que digamos. Sin olvidarme de quienes hacen llevadera la batalla. Sin embargo, quedan esos huecos que ni con largas sesiones de cine y toneladas de sueño puedo llenar. Inevitables flashbacks apuntan directito a la frente... a los oídos, a las pupilas, hasta cuando estoy dormida.
Recuerdo que fue muy grato sentir mi aún escasa colección de cuadros, mis muebles, mi confortable piyama matapasiones, el riguroso six enfriándose y una cajetilla de cigarros como un manto que abriga y que espanta hasta el más aterrador espectro. Ahora, creo que ya no es suficiente. Eso sí que me da miedo.
Sabemos que el tiempo es un vulgar invento del hombre y que podemos fabricar nuestros propios periodos sin importar los principios y remates asignados en un calendario. Pero todavía no tengo esa facultad (¿la tendré?). Por eso, querer que venga el 2009 es un pusilánime recurso para invocar que el sentido común me regrese al cuerpo. Ese pragmatismo y equilibrio que me ayudaron a soportar los disparos de realidad, sentimientos agobiantes y desilusiones desgastantes, que hacen que pierdas toda compostura, hasta el estilo, chingaos. Y como que se va pudriendo el corazón. Pero a güevo que se regenerará.
Pues me aferro a la edición de enero, que ha despertado satisfacciones de nuevo año, mientras agarro fuerzas para 'vivir' al día siguiente.
Buen momento para escuchar Psycho Circus, seee...