domingo, 30 de noviembre de 2008

A single thought, a singular touch of grace...

Mientras escucho una sublime canción y trabajo este sábado, que ya es domingo, reviví mis veintitantos. Gloriosos. Yo, en una escena clicheteada en la ventana de mi cuarto, oyendo la melodía y mirando bien atenta las estrellas del DF. Es que ésta es una oda espacial y qué mejor en voz de mi querido Sting. Y entre galaxias y amores eternos, 'viajaba' a mi más querida Cuernavaca, que había dejado a escasos meses y donde conocí a un hombre de cincuentaitantos que se resistía a disfrutar la que, quizá, habría sido una de las épocas más plenas de su vida, o sea, je, conmigo, una chica sin más pretensión que la de pasar momentos agradables. Y yo esperé tres años para que su decisión fuera a mi favor. Pero no fue así.
Hoy vive felizmente arrejuntado con una mujer maravillosa casi de su edad y yo, bueno, aquí estoy.
De vez en cuando, nos carteamos y sabemos lo que ha ocurrido con nosotros, con el grato recuerdo y satisfechos de la mera y bella experiencia, sin olvidarnos de las novedades cinéfilas y jazzeras, mientras intercambiamos mp3s de lo que hemos adquirido.

Señores, no podía dejar pasar esta canción sin recordar cuando soñaba más y trabajaba menos. Perdón, pero, como verán, debo aflojar la mente para seguir esta madrugada (mientras edito la memorabilia del equipo futbolero de los Pumas) y, también, ando nostálgica... y envodkada.
Salud.


Nota: Mis potros pasaron a semifinal. ¡SALUD!