Ha pasado ya un buen tiempo que no elevo mis niveles de vigilia, que no arremeto al teclado y no le doy mil vueltas a los brazos del reloj después de las horas 'prudentes' para trabajar. Y lo escribo un tanto desganada por ese irracional deseo de que vuelvan los desvelos, mucho cigarro y un par de dosis benévolas (o sea, sin marearme) de vodka para eso de la inspiración sobre un word, escribiendo de cine, y editando temas varios frente al Indesign, escuchando a la Simone, Coltrane, The Cure, etc., y sólo durmiendo lo necesario para no recibir la luz del sol con los ojos abiertos y no me sorprenda el vampirazo... Es que, señores, yo era mejor conocida por eso. Claro, el cuerpo se ha puesto rejego y ya quiere descansar más temprano. Y no lo había notado con atención, pero ahora, por poco que le dé más marcha al motor, éste revienta en mi rostro mostrando grietas y unas abismales manchas grisaseamarillentas debajo de las cuencas oculares. Así fue antes. Y no importaba. Más maquillaje y ¡listo! Y si se notaba, pues me valía madres.
¿Es un exceso que piense en excesos tan productivos como ése, en estos días que ya se ven más las ojeras, me dé la reuma más seguido y que la gastritis sea una buena razón para no pensar en nada más que en ella y olvidarme de tonterías, como pensamientos y recuerdos inservibles y deudas con los bancos?
La verdad es que, con todo y la editada, mi actual puesto no da para eso, pues las otras tareas – administrativas y muy de... sonreirle a la gente para negociar contenido– ahora son para los días hábiles y en horarios de oficina... Aunque puedo ayudarle a la h. coordinadora, a los no menos h. colaboradores y doble turno, mientras ahorro una lana del presupuesto editorial para comprar más fotos para el rediseño... ¬¬