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Por poco y las pierdo, y mientras ocurría caí en una soledad casi horripilante, así de cerca de la que sentí en un destartalado camión a través de la oscuridad provinciana más profunda dejando atrás la tumba de mi madre a pocas horas de enterrarla. Sin embargo, desapareció cuando me aferré muy fuerte al brazo de mi padre. Ahora sé que es lo único que me librará de tan aterrador desamparo.
Esta vez, teniendo a la vista el camino de regreso, me convenzo de que debo seguir sin que nada me distraiga, que debo trotar para no agotarme, pues las caídas, ah, cómo descalabran. Si lo sabré yo.