Llegué tarde a la casa. Luego de todo un día en la oficina, como siempre se encontró disponible el Oxxo que está a unos pasos de aquí. Y como lo prometí, fui por el vodka que no debe faltar en mis territorios de decoración en rojo (no, no es púrpura) y cuadros amigables. Además, es lo que tomaré mañana cuando me reúna con los broders en torno a la ofrenda en honor a 'nuestros muertitos', tan cariñosamente creada por mi hedmanita. Pero del delicioso néctar, no hubo el que yo quería: una botella esbelta de color azul y que me trata tan dulcemente al día siguiente de una buena peda con él. Se llama... siempre se me olvida... ah, Götland, así que me decidí por uno que, según el que atiende, es igual de generoso: Karat. Sepa. A ver si es cierto.
Pues no desaproveché tenerla tan a mi merced que ya me estoy adelantando a la celebración. Es que uno se acostumbra al alcohol en ciertos días de la semana... de unas semanas para'cá. Pero ahora estoy sola. Y siento la ausencia. Mucho. Y no sólo por tomar de a solapa. Es que los viernes anteriores era bueno que, después de una función en mi querida Cineteca, Quique y yo nos dirigiéramos a algún lugar cercano a conversar con una espléndida dosis de cerveza. ¿Qué tan preocupante es el hecho cuando se vuelve necesario? ¿El hecho? ¿El alcohol?... ¿Quien me acompaña? Lo cierto es que es un poco incomodón cuando no se lleva a cabo. De la editorial para acá, traía mi cara de fuchi.
Señores, este viernes no hubo de eso que tanto me gusta. Pero, qué chingaos, disfrutaré del nuevo hallazgo y de conversar con ustedes. Sí.
Nota: el de la imagen no es el vodka que me estoy ejecutando. Ha de ser una edición como superespecial... ¿Será tan malo que ni foto hay? Ay, ya me dio miedo...
UPDATE A LA MEDIANOCHE: Cambio de planes. Hay visita al Pervert con gran compañía la noche del sábado, cortesía mensaje de última hora vía celular. Ni modo, me sacrificaré ¬¬