jueves, 9 de octubre de 2008

Del amor... al cine

Como habrán notado a lo largo de muchos posts sobre estupideces varias y uno que otro documento de importancia, tengo escaso (creo que nulo) conocimiento si al cine me refiero. Sin embargo, lo amo. Suficiente para escribir sobre él.
¿Mis favoritas? Si me acerco a lo asquerosamente mainstream y a una que otra opción clase B, siempre regreso al regazo de mis clásicas entrañables. Sí, esas por las que recuerdo a mi abuelo no como mi abuelo, sino como un extra inolvidable; por las que disfruto a Pedrito y sus bíceps torneaditos y hasta considero a Esther Fernández con todo y sus pésimas actuaciones, entre otras razones que hacen de mí una verdadera fan de la época de oro sobre plata.
Sin olvidar las policiacas que queman llanta y al dueño de un par de hermosos ojos azules como conductor de un Mustang 69; a Sir Alfred Hitchcock, que lo quiero más luego de Dial M of Murder (gracias, Enrique de mi alma), las gloriosas de Semana Santa (en las que sí había muchedumbre de carne y hueso) y la ciencia ficción y terror de látex, desde Calvillazo y Ana Luisa Pelufo, hasta Lon Chaney Jr. y Bela Lugosi como los sagrados principales... Aunque todo género me es verdaderamente necesario. Yo le entro a todo. No le hace que Naomi Watts sea la estelar.
No concibo mis días sin el cine, y a pesar del tiempo que es muy cruel (y que la erudición sobre el tema brille por su ausencia), siempre me doy mis mañas para recibir sus bondades en casa o fuera de ella.
Con todo y algunos malestares físicos que pude evadir gracias a una buena bebida energetizante, en un ratito iré a la Cineteca... Gracias, Enrique de mi alma.

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