Qué será de mi cama cuando ya no esté conmigo. No imagino en qué circunstancias pasará tan aberrante e ilógica separación. Desde que dormí por primera vez en ella supe que no sería sólo un espacio únicamente para que el cuerpo descansara. No. Es tanto más por lo que he vivido, soñado y sentido sobre su materia firme y restauradora.
Llanto desmedido sin temer que el otro escuche. Movimientos desesperados para lograr dormir sin despertar a alguien. Sueños reveladores y nombres balbuceados sin que nadie se sienta ofendido... jadeos y sexualidad incontrolables como dulce ofrenda al que los engendra en divina sincronía con los que, en esa boca, he conquistado se emitan.
En algunas de las últimas noches (hace un mes, para ser precisa) mi lecho ha escuchado incontadas confesiones, se ha erosionado con vehementes fricciones, amorosas, convencidas, y ha sufrido la ausencia del hombre que deja su alma y esencias, y que se va pero se queda.
Por eso digo que... qué será de mi cama cuando ya no esté conmigo... qué será de mí cuando ya no esté conmigo. Híjole, hasta escalofrío me dio.
Ya, pues, ya me voy a dormir.