Para algunos, un 'te extraño' resulta contundente, exacto, capaz de destruir cualquier insomnio que amenaza con venir en noches solitarias... Para otros, un simple aviso de que seguimos en la mente de alguien.
Hoy extraño al hombre que, la 'última vez', me dijo que yo poseía una luz que ni siquiera yo había descubierto... y que era mejor que siguiera sin develarlo, mientras describía el significado de la caricia que salva... Imagino que para que continuara así de auténtica, espontánea, y en beneficio de quienes me rodean.
Esta noche encuentro ese destello a través de sus palabras, en las que están en su poesía como regalo de cumpleaños y en la que está en mi cartera; en John Coltrane, Miles Davis, en el requiem que Preisner dedicó a un entrañable amigo. En sus pequeñas sonrisas alrededor de sus ojos, en sus pucheros cuando me pedía "un beso chiquito", advertía, y extendía sus brazos cuando me encontraba en cualquier parte. En el 'te quiero cada día más' que hacía que fluyera a punto del orgasmo en plena oficina sin siquiera él tocarme.
Qué bello es extrañar los memorables momentos que ya no volverán, que se quedarán en los ilustres recuerdos que sirven para no querer más de eso en otras personas, pues lo adquirido es indestructible, irrepetible, con marca registrada, y suficiente para morir en paz.
Y si dije ese 'te extraño' fue sólo para contemplar mi satisfacción de que no hay represión para externar cuánto se quiere sin recibir nada a cambio, porque obtuve más de lo que imaginé: más luz de la que yo pensaba emitir. Me quedo con eso.