Las vacaciones pasadas fueron las más caras de mis últimos tiempos. Y eso que me quedé en la ciudad.
Esta semana, luego de 12 días de descanso y desmadre en beneficio de la salud mental, ha sido sádicamente agotadora, y con esta tos de perro (bueno, ¿qué los perros tocen?) se me cae una extremidad en cada espasmo. Y qué decir de las nochecitas con el moco a tope sin poder respirar.
Pero cierta reunión con persona importante regeneró en mucho mi ánimo. Mínimo.
Mañana entrego edición y después, me citaré con excelentes compañeros; y aunque dos integrantes del grupo brillarán por ausencia, se les recordará con un sentido SALUD. Dicho convivio será igualmente restaurador para su mermada y escribiente servidora, con todo y que deberé medirle los hielos al alcohol... O quizá me deje peor.