Siguen los días serios. En verdad.
Hoy murió Goyo Mondongo, mi bonsai. Vaya nombre para un árbol. El único ser vivo que compartió mi casa día y noche desde el inicio de mi soledad. Y en un día en el que los acontecimientos inminentes se acentuaron en la editorial. Es quincena y muchos cobraron su último sueldo en el h. recinto laboral.
Gente joven y también la que dejó su lozanía en la redacción se despidieron de los compañeros, de sus sillas incómodas y de sus computadoras con coloridos wallpapers. De sus posters y del aire acondicionado inclemente en época de frío. Del café antes de llegar a la oficina y los trajines diarios entre la impresora, staff meetings y días de cierre. Gente que amaba el tecladazo, los shootings, las entrevistas a través del auricular y crear la imagen de cada página de la siguiente edición, mientras el iTunes estuvo en aleatorio.
Hoy me duele la muela con singular frenesí. Y creí que el vodka y un par de desinflamantes calmarían la molestia, pero opté sólo por el medicamento y una taza de leche caliente con 100 gotas de paciflora para invocar la tranquilidad.
... Recuerdo cuando mi padre quedó desempleado; yo era una mocosa. Y el ambiente en la casa no era nada alentador...
Extraño a mi papá, extrañaré a mi Goyo... ¿Será que vendrá el mismo sentimiento cuando pueda ocurrir lo que no quiero ni pensar?
viernes, 30 de enero de 2009
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