¿Qué tan valientes somos para soportar un rechazo? Porque, señores, es cuestión de güevos dominarnos cuando se pone en riesgo nuestra seguridad, entiéndase física y emocional. O sea, nosotros. Nuestro valor intelectual, nuestra capacidad de persuasión y hasta la belleza. ¿En qué fallamos? Cuando pedimos trabajo y nos partieron la madre con la llamada que nunca llegó para solicitar nuestros servicios, el de un aumento de sueldo, la negativa a entrevistar a un escritor muuy famoso o, sí, en los terrenos del amor.
Lo que es seguro es que hubo alguien mejor para 'ocupar el puesto' o merecedor de lo que creímos que éramos dignos.
Pero según el sapo es la pedrada. Quizá nos esperaba un privilegio que nadie más podría obtener. Si alguna vez nos rechazaron en una agencia de ventas es porque nunca seremos vendedores, o si nos sentenciaron al mismo salario o no nos ascendieron fue porque no nos esforzamos lo suficiente o, simplemente, el sobrino del director fue el elegido. Pero, ¿qué pedo con las aspiraciones emocionales? Posiblemente (más posible que imposible) la mezcla de ambos metafóricos designios (entre otros factores que van más allá de la mente humana) provocan la inminente negativa.
Ciertos escritos y una llamada telefónica hicieron que reflexionara al respecto. "Lo primero que hice antes de acostarme –cuando sucedió– fue sentarme en la cama con la luz apagada y recordar tu negativa, ja, ja, ¡temía tener pesadillas y no me quería dormir!". Finalmente se vuelve anécdota aunque, eso sí, te lo restriegan como mierda en la cara cada que se puede. Entre risas artificiales pregunté si lo había superado, le pedí una disculpa y rió con la misma autenticidad que yo.
Yo también he sido rechazada en lo laboral y en esas cosas que atañen al órgano cardiaco, y dos veces... e hice lo mismo pero en mobiliario diferente. En la primera de esas dos con un llanto que hasta se me iba el aire. Se siente de la rechingada. Pregúntele a mi ego. Sobre todo al corazón.
Hoy puedo responder a la premisa: soy valiente y ya lo superé. Y rechazo permitir (aunque no resistir) y propiciar otro más. De eso me encargo yo... A no ser que un pariente del director me quite la chamba...