El domingo al mediodía, entre un trago de café y la mirada fija (sí, con cara de idiota) en la colcha que aún delata esos encuentros de verdadera calidad celestial, una luz bendita me iluminó: ¡La histoooriaaa! (Creo que quienes han visto The Blues Brothers comprenderán mejor la revelación... y no necesité estar en la iglesia, pues conocí el cielo.)
Sabía que en estas vacaciones debía escribir. Ahora sé de QUÉ voy a escribir.
Aunque tengo necios problemas con eso de las historias autobiográficas contenidas en uno que otro cuento empolvado (pero que sacudiré en los mismos días) que he escrito, los hechos afines me han traído satisfacciones, pues uno de ellos está en planes de ser animado.
Si bien no es el copy-paste de mi vida, la denuncia es evidente. Pero qué chingaos, mientras la lucidez toque fibras sensibles, seguro habrá recompensa sea cual sea el tema 'a tratar'...
Sé que no importará la hora para darle con todo al teclado (cigarro, vodka, música o cine ambiental) antes de que la inspiración desaparezca y se coarten mis buenas intenciones.
Aplausos, porque creo que 'ora sí me los merezco.
Y como dijo mi entrañable Leocadia a propósito de sus pastillas de fósforo para la memoria, que la ponen "cachonda como una perra": "Si sigo así, terminaré siendo una escritora erótica".