No cabe la menor duda que la mujer en sus más altos niveles de sexualidad expuesta es material delicioso para muchos escritores, cineastas y demás talentosos (y no tanto) hacedores de historias. Su cuerpo y antojos pródigos son detonantes de concepciones sublimes para inventar las narraciones más concupiscentes... siempre y cuando esté destinada o gustosa a vivir con cánones que invitan a 'hurgar' no sólo en la vida de la protagonista.
Prostitutas, jovencitas de faldas escolares pequeñas y senos muy grandes, féminas impetuosas con riesgos latentes a mentes y penes vestidos de hombres respetables, de borrachos irracionales o de negociantes con semblantes de extrema repulsión, y mujeres que son capaces de revertir los arquetipos socialmente correctos en los hombres con escudo y espada que dan la vida por que les den sólo un poquito de su cariño. Sí, esas excitantes mujeres que entre sus propósitos está el de enloquecer a los varones (y a una que otra dama) seduciéndolos con exquisitas habilidades. Sin olvidar a las inocentes y etéreas figuras tan inalcanzables como el querer convertirse en alguien más poderoso que Slim, con cuerpos de hada y tez transparente que los soñadores descubren cuando las desnudan en la imaginación con sus más bajos instintos al borde de la violación. Obras así abundan.
Pero, ¿qué hay de las narraciones que, además de asombrar a los espectantes, yergan sus falos, por ejemplo, sobre la estudiante emo fan de My Chemical Romance; que hablen de la apasionada a las revistas del corazón cuyo guardarropa se basa en mezclilla y playeras que no entallan en lo absoluto; del ama de casa de cualquier estrato social con un matrimonio estable y cinco chamacos; de la mujer que soporta las indolencias de los compañeros de trabajo o de una feliz editora que vuelve de la oficina dispuesta a descansar en pijama en un confortable departamento para ver películas clásicas? Entre otras féminas que no encandilan al primer vistazo.
Señores (y señoras), parece que la igualdad no se ha dado tan completa como dicen por ahí.
Todo un desafío para los h. creadores, ¿no?