En plena oficina, percibo un excelente olor a comida. Mi nariz recreó una especie de guisado casero, de esos que mi mamá cocinaba a la 1 de la tarde, antes de que la tripulación llegara de todos lados para devorar una hora después. Pollo, caldillo de jitomate, verduras cocidas, hojas de laurel y pan caliente y bien dorado.
No sé exactamente qué es lo que ha expulsado ese aroma. ¿En una redacción, a las 7:39 de la noche y unos cuantos mundanos habitando el inmueble?
No me interesa averiguar. Sólo sé que es delicioso recordarlo y saborearlo aunque tal guisado no exista...
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1 comentario:
ya te voy a visitar más seguido amiga.. y ya me dio hambre!
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