Por fin, entré a una sala de cine. Ya tenía varios meses sin pagar una entrada y, esta vez, con té helado en mano, rompiendo los esquemas del combo clásico de palomitas y refresco. Pues bien, que me lancé con todo para destrozar sin piedad una cinta con una historia bien conocida y querida por su servidora: El amor en los tiempos del cólera, o dicho por el director inglés Mike Newell, The Love in the Time of Cholera (primer libro que no me impuso la maestra, pues fue un regalo de un buen amigo y hasta con dedicatoria).
Según la crítica especializada (y gringa), esta producción resulta "inerte y sin la pasión que la novela transmite", pero siempre la mejor opinión la tiene el consumista, porque la prensa entra de a grapa.
Sin embargo, tomando en cuenta la manufactura ajena al país de origen y las justificaciones que Newell utiliza para sobrevivir a la masacre que se ve venir en estos casos de obras entrañables adaptadas (sin dejar de ser literatura altamente rentable, o sea, bestsellers), la cinta mantiene la trama palpable, latente y nos lleva al objetivo: conocer una historia de amor.
Y si nos flagelamos con la idea de que la fidelidad entre obra y película es nula, hombre, que está sobreentendido que la narrativa literaria (y a manos de García Márquez) se queda en las páginas empastadas y nunca trascenderá de igual manera en el papel de un guión. En fin, que la adaptación involucra ritmo, fluidez y sin diálogos que hacen que la atención se dirija al boleto del estacionamiento, porque el tiempo corre y te cobrarán un dineral, y tiene lo necesario para ser candidata a la ya poco veraz estatuilla (por ser un real latin curious), pero se queda en la lista de obras aceptadas por el público que va más allá del suspiro por Leonardo DiCaprio o Keanu Reeves con cualquiera de las actuales, bellas y bien pagadas actrices en plan romántico.
Con todo y un spanglish perturbador e involuntariamente cómico, la escalofriante presencia de tres canciones de Shakira (recordemos que es un estandarte colombiano y amiga del escritor, ni modo) y dos parejas desertoras a minutos de terminar la función (o querían más sexo y menos cartas de amor o el factor 'curiosidad' de plano no se les da), los actores desquitan el sueldo. Mientras pasan los años, los personajes se comportan a la altura demostrando carácter, ansiedad, esperanza, resiganción y la tensión sexual requerida para describir los pasajes 'copulativos'.
A pesar de que el maquillaje no pudo disfrazar la brillante mirada de los actores treintones en su edad senil (nadie en la historia del cine lo ha logrado, que yo recuerde), al igual que las manos lozanas y sin las manchas características de un ser de setentaitantos, los cuerpos desnudos de los viejos Fermina y Florentino me hicieron creer que ya existe un tratamiento proarrugas y progravedad de efecto inmediato, especial para la cinematografía. Además, algunos escenarios que se recrearon en mi mente cuando leí el ejemplar, aparecieron en el filme, que ya es decir del departamento de arte. ¿La fotografía? Impecable y sin pretenciones que ridiculizan la 'algarabía' latina, y con cumbias bien colocadas e identificablemente rústicas. Lo demás, lo he desmenuzado con sus respectivos pros y contras, que califican la cinta con un 8 ('bueno', según mis boletas de primaria).
Creí que cuando escribiera estas líneas, lo haría indignada y escupiendo a los osados británicos, pero la realidad resultó más satisfactoria... aunque no sería un producto para mi dvdteca, aclaro.
Mejor reinició la lectura y me deleito con la narrativa que dejó un buen sabor de boca hace casi 10 años. Que sé que cuando lo haga, no recordaré en lo absoluto la cinta en cuestión. Señores, cada cosa en su lugar.
Nota: Me habría gustado preguntarles a estos cuatro espectadores por qué dejaron la sala con cara de mojarras fritas, o sea, sin comentario alguno entre ellos ni 'pintándole cremas' a la pantalla.
viernes, 28 de diciembre de 2007
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1 comentario:
Ya vi la pelicula, a mi también me gustó. Buena apreciación, de algo sirve trabajar en una revista verdad?
Besos.
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