Muchos me han sugerido mirar mi entorno con más atención y saque provecho de ello... Lo mejor para que no me atropelle un auto, no me mee un perro, que no me roben la billetera o me den una agresiva palmada en el trasero dentro del convoy anarajando.
Esa agudeza visual y un poco de intuición, quizá sirvan para encontrar historias y eventos y, de una rejodida vez, abrir la mente y escribir los cuentos que piden salir golpeando el teclado y que no tengan que ver con mi vida. Vaya inspiración. Otros más dicen que no tiene nada de malo dejar pedazos biográficos regados en diferentes archivos. Pero no quiero. Ya suficiente es mirar el espejo o tomar el teléfono para enterarme (y recordar) qué ocurre conmigo. Hay que dejar que nazcan seres con mejor suerte. O peor.
Bueno. Adoptaré la teoría que mi guía espiritual de cabecera me explica con respecto al acontecer mental, espiritual y creativo: darle importacia a los pequeños detalles, mensajes, sueños, hasta entes con miradas extrañas, sombras... vibras, pues, porque estamos en una era en la que, quienes sean astutamente perceptivos, pasarán a otra dimensión. No es descabellado, señores, pues tenemos dos motores altamente desvalorados para lograrlo: la mente y el corazón. ¿Más motivos para terminar los cuatro intentos de cuentos que tengo en una polvorienta carpeta que sirve de arete en Steve McQueen sobre mi desktop y trascender aunque sea un poquito? ¿O seguiré admirando y editando para otros?
domingo, 17 de febrero de 2008
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