martes, 29 de abril de 2008

Bla, bla, bla...

Pasó docilmente sus dedos por la pasta del libro. Tomó el filo superior y lo abrió. Extendió la mano derecha sobre el índice y, absorto, volvió a acariciar el papel. Rozó el costado derecho y abanicó las páginas amarillentas. Al azar se detuvo en una de ellas: La facultad analítica no debe ser confundida con la mera ingeniosidad, porque mientras que el analizador es necesariamente ingenioso, el hombre ingenioso a menudo es notablemente incapaz del análisis. Cerró los ojos y se cubrió el rostro, abrió la boca y balbuceó mojando las palmas, "debo encontrar la suerte de otra manera". Retiró las manos de la cara, las restregó en el pantalón de minero para secarlas y caminó hacia la puerta, pausado, resuelto. Abrió la cortina raída de la estancia, besó a su esposa, siguió con sus cuatro hijos y tomó el portaviandas para salir de la casa, mientras hurgaba en la bolsa trasera, en la que encontró las últimas tres libras, las cuales prometió, altivo, multiplicarlas en una partida de cartas.
Contrario a la teoría del escritor... ¿éste será el primer hombre ingenioso capaz de ser analítico?

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