Desde hace poco menos de dos años, tengo una película con todo y celofán. Guardada, pulcra y hasta con la etiqueta que devela los 49 pesos que costó. Pero no quiero verla sola porque, más estrujante que cualquier cinta de terror, me deprimo, y mejor espero a que mi brother me acompañe. Él es bueno pa'l análisis y no deja que me acongoje. Busca, encuentra y se sumerge en los detalles que luego expresa. Y si guarda silencio, espera tus comentarios a lo largo de la función.
¿El filme? Los olvidados, producción de 1950 creada y dirigida por Luis Buñuel –con Urdimalas (el Topillos de Nosotros los pobres y Ustedes los ricos) como escritor de ese peculiar lenguaje del barrio– y nombrada patrimonio de la humanidad. Trágica, real, pasional y extrema, que impacta a la primera. Recuerdo haberla visto (con el permiso de mis papás) por ahí de las 10 de la noche un viernes, cuando tenía no más de 9 años. No pude dormir.
Es que en ella se muestra la pobreza y los confines del mundo ubicados en un rincón del DF, donde vive ese Jaibo alevoso, que no perdona y que desea, así, con lascivia; Pedro que observa, quiere amor de madre y, con el infaltable surrealismo, sueña vísceras de res y un joven muerto debajo de su cama, mientras otros personajes mantienen nuestra zozobra con su rutina precaria y cruel.
Lo siento, soy débil. Digamos que sensible. Aunque no lloro ni me corto las venas por "la injusticia y la marginalidad", entristezco. Y, sí, me pone reflexiva. Mejor espero a que llegue el Gordo y hasta la vemos con palomitas.
jueves, 7 de febrero de 2008
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2 comentarios:
Pues si no llega pronto, si quieres invita y la vemos juntos, que yo también necesito de cierto valor para verla otra vez. Digo, si quieres...
Padre! Sí, yo te aviso.
Abrazos solidarios.
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