Lección

Ha sido agotador, la racha no acaba y las consecuencias no sé cuáles serán. Desde que el virus mutante agotó mi paciencia, pensé que había pagado todas las que debía (no entro en detalles). Pero no fue suficiente.
Hoy, o sea ayer (es la 01:00) a media tarde, un dolor intenso atravesó mi torax. Pasó a la espalda y mi abdomen se inflaba sin que pudiera detenerlo. Creo que la ciencia-ficción me la estoy tomando en serio. Hasta la gripa se me quitó (porque sépanlo: había vuelto). Pensé que con sólo un acto de contricción lo iba a superar, pero no, no funcionó. Me levanté de mi asiento y corrí al servicio médico... revisión, preguntas personales, toqueteo doloroso y una inyección que disfrazó por un segundo el terrible penar estancado y echando raíz en el esófago ya muy estropeado. Sudaba frío. ¿Mi color? Amarillo. ¿Mi pensamiento? "¿Tan joven?". Y mientras invocaba a mi madre, un ángulo de 45 grados se parecía a mí.
Logré llegar a la oficina, intenté hacer lo propio pero no pude. Un par de llamadas, abrir los correos pendientes, revisar horarios y decir "adios" a mis compañeras. El espasmo daba vueltas, subía, bajaba, entraba, salía... entró y ya no salió.
Mi jefa me trajo a casa.
Tras revolcarme en el sofá y pensando otra vez en mi amá, dormí un poco y ya estoy escribiendo. Mañana (es decir, ahora) trabajaré, nuevamente, desde aquí.
Señores, mis defensas debieron cursar en otra escuela de abogados. Mi gastritis va que vuela al doctorado. Neta, quiero vivir. Y sí, sé cuál es el remedio.